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IDENTIFICARME EN VEZ DE CULPAR (ESDRAS 7-10)

La siguiente porción en la que me adentro me sitúa alrededor de 60 años después de que los primeros Judios regresaran desde Babilonia a Jerusalén con Zorobabel. Ahora es Esdras el líder que va a encabezar este segundo viaje a la tierra prometida. Esdras era un escriba que probablemente fue clave en trasmitir la ley de Dios al pueblo durante el exilio:

"Era Esdras un escriba versado en la ley de Moisés otorgada por el Señor, Dios de Israel. El rey le concedía todo lo que pedía porque Esdras gozaba del favor del Señor." (7:6b)

Al igual que con Ciro, volvemos a ver a otro rey babilónico facilitando los planes de Dios, esta vez es Artajerjes:

"He dado la orden siguiente: aquel que, en mi reino, pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes o a sus levitas y quiera regresar a Jerusalén, que lo haga." (7:13)

En el arriesgado viaje, en el que el pueblo transportaba un gran tesoro (7:26-27), Esdras demostró no ser solo conocedor de leyes, sino una persona experimentada en prácticas espirituales que aplicaba en el contexto de la vida:

"Me dio vergüenza pedir al rey tropa y caballerías que nos protegieran del enemigo durante el camino, pues habíamos dicho al rey: “Nuestro Dios protege bondadosamente a los que lo buscan, mientras que descarga su ira y poder contra los que lo abandonan”. Así que ayunamos y suplicamos por todo esto al Señor y él nos atendió." (7:22-23)

Me pregunto si ante las dificultades que enfrentamos, la práctica de la oración y el ayuno no nos serían más útiles a la iglesia que las muchas discusiones que a veces absorben nuestras energías. 

En esta porción, encontramos la misma estructura que en la porción anterior: Un rey no judío usado por Dios para un movimiento del pueblo de Israel, después una dificultad que tiene que ser enfrentada y finalmente un anticlimax que nos puede sonar extraño, sobre todo a los lectores del año 2021 (enfrento esta extrañeza más adelante).  

En este caso, el problema está relacionado con que una vez establecidos en la tierra, se tienen consciencia de un número de judíos que han tomado como esposa a extranjeras, lo cual parece que facilitaba prácticas paganas que Dios no aprobaba y que llevaban a los Israelitas a perder su identidad como pueblo. 

"Concluidas estas cosas, se acercaron a mí los jefes diciendo:— Ni el pueblo de Israel, ni los sacerdotes, ni los levitas se han apartado de las gentes del lugar, sino que han imitado en sus abominaciones a los cananeos, hititas, moabitas, egipcios y amorreoscasándose ellos y sus hijos con las hijas de esos pueblos. Han mezclado así al pueblo santo con las gentes del lugar, siendo sus jefes y responsables los primeros en ser infieles." (9:1-2)

Ante la noticia, Esdras se aflige porque la ley de Deuteronomio 23:4 no se ha tenido en cuenta, y expresa sus sentimientos. Cuánto nos ayudaría aprender a gestionar nuestras emociones de manera adecuada, no negándolas ni reprimiéndolas, sino aceptándolas desde un movimiento hacía  Dios (creador de nuestro sistema emocional):

"Yo permanecí sentado y desolado hasta la ofrenda de la tarde" (9:4b)

"A esa hora superé mi aflicción y, con mi túnica y mi manto rasgados, doblé mis rodillas y extendí mis manos al Señor, mi Dios suplicando: — Dios mío, estoy avergonzado y confuso y no me atrevo a levantar mi rostro hacia ti, pues nuestros pecados se han multiplicado y nuestras culpas se amontonan hasta llegar al cielo." (9:5-6)

Es muy interesante como Esdras no señala los errores de los demás, se identifica con ellos y los asume como propios, aun cuando él no formaba parte de aquellos que desobedecieron la ley. Esta práctica de identificación nos recuerda a Jesús, quien se identificó con nosotros en nuestros pecados y sufrimientos. Es más, si Jesús siendo justo, se identificó con nuestros errores ¿Cuánto más nosotros podemos hacerlo con los errores de nuestro prójimo?

Tristemente, lo más habitual, es que pasemos tiempo señalando lo mal que los demás hacen las cosas. Seguimos siendo ese Adán que cuando Dios le pide responsabilidad señala a su compañera y dice "...la mujer que me diste". Lo hacemos no solo con nuestros queridos parientes, también culpamos a nuestros compañeros de trabajo, nuestros políticos... es como si señalando lo mal que los demás hacen las cosas, acabamos sintiéndonos un poco más justos y libres de culpa. 

"Yo no soy machista como...", "yo no soy racista como...", "yo no soy homófobo como..."... Tenemos tanto rechazo a nuestra parte más oscura, que lo más fácil es proyectarla fuera en otros y lanzarles la piedra de culpabilidad que no seríamos capaces de soportar. Es impresionante, como la realidad de un Dios que desea librarnos de la culpa, pasa de manera tan inadvertida para gran parte de la cristiandad. Solo cuando nos vemos desde la mirada de gracia y compasión del Jesús que se llevó la culpa, acabamos siendo capaces de reconocer y mirar a los ojos a los monstruos que llevamos dentro. 

Deseamos que el mundo ahí fuera cambie, pero la propuesta de la espiritualidad profunda es reconocer que el cambio empieza en mi propio interior, porque estoy más conectado de lo que pienso a todo lo que pasa a mi alrededor, aun a todo lo que detesto. Cuando negamos esta conexión y no trabajamos donde realmente estamos autorizados (nuestra propia realidad interna), rompemos puentes de transformación que brotan desde nosotros a nuestro prójimo y de nuestro prójimo a nosotros.

En la porción de hoy, parece que la acción de Esdras contribuyó a que el pueblo de Israel  reconociera el error que cometieron.

A continuación, alguien propuso tratar de reparar el error a través de separaciones  con las parejas que pertenecían a las naciones que tenían prácticas abominables y esta opción acabó tomando curso:

"los cuales se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres y a ofrecer un carnero del rebaño como reparación de su culpa." (10:19)

Despedir a sus mujeres fue la manera en la que respondieron en aquel contexto. Es importante poder ver este pasaje a la luz de otras expresiones de fe a lo largo de las Escrituras, para reconocer que no estamos ante un principio universal de respuesta. En la Biblia encontramos otros pasajes en los que los extranjeros son incluidos y aun son ejemplos para nosotros. Además, el texto no dice que esta fue la respuesta que Dios le pidió. Malaquías fue un contemporáneo de esta historía, que expresó la importancia de que el pueblo se preocupara de la pureza, pero también manifestó que Dios repudiaba el abandono:

"Pues el que repudia a su esposa porque ha dejado de amarla —dice el Señor, Dios de Israel— se comporta de forma violenta, —dice el Señor del universo—. Así pues, cuidad vuestro espíritu y no seáis infieles." (Malaquías 3:16)

En las primeras comunidades cristianas, ante casos de matrimonios con un no creyente, la separación no fue vista como una buena opción si ambos consentían vivir juntos:

"Y de igual modo, si una mujer cristiana está casada con un hombre que no es cristiano, pero acepta vivir con ella, no se divorcie de él." (1ª Corintios 7:13)

Sea como sea que se haya interpretado este asunto desde las diferentes corrientes de la fe a lo largo de la historia, lo que no debe pasar desapercibido desde una visión general, es que las acciones externas, no siempre representan un cambio interno, y por si mismas no tienen el poder para cambiar lo profundo del corazón. 

La historía del Nuevo Testamento nos muestra que aquellos que un día fueron liberados del faraón, necesitaban también ser liberados del faraón que llevaban en sus corazones. Quizás estos matrimonios con personas de naciones muy deterioradas en sus prácticas, podrían ser un estímulo para hacer lo incorrecto, pero no olvidemos que el estímulo lo único que hace es despertar lo que ya está en nosotros. Entendiendo que el corazón del asunto es un asunto del corazón, es donde descubrimos que el camino de Jesús, tratando la culpa desde su mirada de gracia y compasión, es quien nos sitúa en un viaje interno donde la transformación es posible y siempre es desde dentro hacía fuera. 

Concluyo volviendo a señalar la práctica de ser capaz de ver los problemas y errores dentro de mí y no solo fuera de mí, como un fundamento de fe para la transformación social que deseo. El culpabilizar a los demás, puede tener cierto valor a la hora de crear acciones que protejan a los más vulnerables, pero estas acciones no tienen el poder de transformar lo profundo del corazón y la fe tiene que ver con un viaje que es capaz de llegar al epicentro del problema. 



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