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EN VEZ DE NEGAR O IGNORAR NUESTRA ANGUSTIA (ISAÍAS 36-39)

En la sección de Isaías que comprende los capítulos del 28 al 35 ya hemos visto que el profeta anuncia al pueblo que la seguridad que necesitan no la encontrarán en "carros y caballos" (es decir, armamento) ni con alianzas con quienes poseen el poder militar, sino a través del arrepentimiento y la confianza que viene de la quietud. Ahora, en los capítulos del 36 al 39 se nos va a ejemplificar este mensaje con hechos concretos.

Lo primero que vamos a ver es cómo el rey Ezequías afronta el peligro de la invasión Asiria. El relato comienza con una amenaza que busca atemorizar al pueblo de Israel

"»”No dejen que Ezequías los engañe al decir: ‘¡El Señor nos librará!’. ¿Acaso los dioses de cualquier otra nación alguna vez han salvado a su pueblo del rey de Asiria?" (36:18)


Las amenazas crearon ansiedad en Ezequías, sin embargo, el rey lleva esta ansiedad delante de Dios en oración, acudió a Isaías y recibió de él palabras de ánimo.


"Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al templo del Señor." (37:1)


"En presencia del Señor, el rey hizo la siguiente oración: «¡Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Solo tú creaste los cielos y la tierra. ¡Inclínate, oh Señor, y escucha! ¡Abre tus ojos, oh Señor, y mira! Escucha las palabras desafiantes de Senaquerib contra el Dios viviente." (37:15-17)


"Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Ya que oraste respecto al rey Senaquerib de Asiria, el Señor ha pronunciado estas palabras en su contra:

»”La hija virgen de Sión

te desprecia y se ríe de ti.

La hija de Jerusalén

menea la cabeza con desdén mientras tú huyes." (37:21-22)


El manejo de la ansiedad en medio de las dificultades es algo que tarde o temprano cada persona experimenta. El mismo Jesús sudó gotas de sangre antes de enfrentar su obediencia en la cruz, lo cual implica un nivel de ansiedad probablemente más alto del que ninguno hayamos podido experimentar. La oración fue en caso de Ezequías y también en el caso del Maestro, la práctica a través de la cual los pensamientos que produjeron ansiedad no fueron reprimidos o ignorados, sino expresados abiertamente delante de Dios, quien sabe como funciona nuestras emociones, quien está al tanto de las circunstancias que nos rodean y quien permite que en medio del temor su poder y su paz se abra paso en nuestras vidas. 


En el relato de hoy, el ejercito Asirio es sorprendentemente debilitado, lo cual es percibido como respuesta de oración por parte de quienes iban a ser oprimidos.


"Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a 185.000 soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes." (37:36)


A continuación, la porción de hoy vuelve a mostrarnos otra dificultad y motivo de ansiedad, esta vez no se trata de una situación nacional, sino personal. Ezequías enferma y es consciente de que le queda poco tiempo de vida. Me encanta la sección de lectura de hoy porque nos ayuda a pensar en cómo Dios está igualmente interesado por las dificultades internacionales de nuestro mundo y por las dificultades personales de nuestras vidas. No importa que el estimulante de nuestra ansiedad tenga proporción mundial, local o personal, la práctica de no reprimir ni negar nuestras emociones y pensamientos sino de expresarlos abiertamente en oración vuelve a ser la expresión de una fe activa que nos lleva al lugar donde la gracia de Dios nos transforma.


"Por ese tiempo, Ezequías se enfermó gravemente, y el profeta Isaías, hijo de Amoz, fue a visitarlo. Le dio al rey el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor: “Pon tus asuntos en orden porque vas a morir. No te recuperarás de esta enfermedad”». Cuando Ezequías oyó el mensaje, volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor" (38:1-2)


"«Regresa y dile a Ezequías: “Esto dice el Señor, Dios de tu antepasado David: ‘He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Te añadiré quince años más de vida y te rescataré del rey de Asiria junto con esta ciudad. Así es, defenderé esta ciudad’”." (38:5-6)


La respuesta a la oración de Ezequías acaba en un canto de fe y alabanza, donde el rey reconoce que la angustia pasada acaba siendo buena para el crecimiento espiritual y por tanto para el conocimiento de Dios y de su gracia:


"Sí, esta angustia ha sido buena para mí, porque me has rescatado de la muerte y has perdonado todos mis pecados." (38:17)


El último capítulo de esta primera parte del libro de Isaías que comprende los capítulos del 1 al 27, nos deja con un sabor agrio. La realidad es que de Ezequías, así como de la mayoría de los personajes bíblicos, podemos aprender no solo de sus aciertos, sino también de sus errores. A pesar de toda la experiencia en la liberación de la opresión Asiria y de su propia enfermedad, una vez recuperado, el rey parece que trata de buscar seguridad con alianzas con el rey de Babilonia, a quien acaba invitando a palacio para enseñarle todas sus riquezas. 


"Ezequías quedó encantado con los enviados de Babilonia y les mostró todo lo que había en sus casas del tesoro: la plata, el oro, las especias y los aceites aromáticos. También los llevó a conocer su arsenal, ¡y les mostró todo lo que había en sus tesoros reales! No hubo nada, ni en el palacio ni en el reino, que Ezequías no les mostrara." (39:2)


El resultado es el anuncio de Isaías de una invasión futura por parte de los babilonios con un exilio del pueblo a tierra extranjera. Esta predicción se cumplió y está registrada en 2ª reyes 24-25. 


"“Se acerca el tiempo cuando todo lo que hay en tu palacio —todos los tesoros que tus antepasados han acumulado hasta ahora— será llevado a Babilonia. No quedará nada —dice el Señor—." (39:6)


La meditación en la porción bíblica de hoy me lleva a pensar en cómo las dificultades sociales y personales que nos rodean y provocan ansiedad no deben ser reprimidas ni ignoradas, sino llevadas ante Dios, lo cual es una práctica básica para la vida espiritual. El apóstol Pablo lo expresó de la siguiente manera:


"Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.  Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7)


La posibilidad de no confiar en Dios está también disponible para cada persona, sin embargo, como Ezequías al final de su vida, seguro que también podríamos recordar momentos en nuestras vidas donde nos precipitamos en vez de buscar la quietud y confianza a la que Dios nos llama. La vida espiritual es una invitación a revisar nuestros impulsos desesperados y cambiarlos por un reconocimiento ante Dios de nuestras respuestas no alineadas con la Vida. Al principio, no es tan importante tener la habilidad para responder adecuadamente como el ser consciente de cuándo no lo hacemos. Esa consciencia es luz del Espíritu Santo para llevarnos ante el trono de gracia donde expresamos la verdad acerca de nuestras emociones y pensamientos en vez de reprimirlos e ignorarlos. 


Describe en ti o en algún grupo al que perteneces circunstancias difíciles que generan ansiedad y comprométete a orar de manera sincera por ello, trata de prestar mucha atención a los elementos que empiezan a cambiar dentro y fuera de ti a raíz de la práctica de la oración ¿Es habitual en ti y en tu comunidad cristiana la práctica de Filipenses 4:6-7? ¿Qué se te ocurre para consolidar esta práctica espiritual en tu vida y en tu comunidad?



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