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JUICIO Y ESPERANZA (ISAÍAS 1-5)

Me adentro en el libro de Isaías, donde desde sus primeros capítulos me encuentro con la tensión de un mensaje que contempla dos realidades: el juicio y la esperanza. 

En el capítulo uno el profeta pone patas arriba el énfasis de la religión, declarando lo siguiente:

"¿Qué utilidad me reportan vuestros abundantes sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos de carneros, de la enjundia de cebones; no me agrada la sangre de novillos, de corderos y machos cabríos." (1:11)

Diferentes eventos religiosos, muy importantes para la audiencia, son despreciados por quien hace de vocero de Dios. Se supone que estos eventos son para la adoración, sin embargo ¿De qué sirven si no nos conectan con la verdadera vida que Dios desea para su pueblo? La vida espiritual implica voluntad intencional para la transformación interior y desde ahí, nos involucramos en prácticas que buscan el bien del prójimo y nos sacan de la indiferencia ante las injusticias de los más desfavorecidos. Aun la justicia social que echa de menos el profeta, podría llevarse a cabo desde las actitudes incorrectas. No sería la primera vez que alguien tratando de hacer un mundo más justo acaba generando más violencia. Por ello la llamada al activismo social hacía los más vulnerables empieza desde el consejo: "Lavaos, purificaos":

"Lavaos, purificaos; apartad de mi vista todas vuestras fechorías; dejad ya de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, tomad decisiones justas, restableced al oprimido, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda." (1:16-17)

La visión del profeta nos trae la esperanza de una sociedad transformada que se aleja de la violencia y la muerte para acabar siendo una sociedad involucrada en la regeneración y la vida.

"Él juzgará entre las naciones y será árbitro de muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. No levantará espada nación contra nación, y nunca más se adiestrarán para la guerra. ¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!" (2:4-5)

La imagen de convertir las espadas en arados y las lanzas en hoces nos habla de un cambio de perspectiva radical. Seres humanos que en vez de oprimir y matar van a cultivar y cosechar, hay paz, ausencia de violencia y apertura a la vida.

¿No es acaso esta visión motivadora? ¿Hay fuerzas internas en mí que son aun como espadas y lanzas y deben convertirse en herramientas de cultivo? 

Desde esa perspectiva de que lo que voy a hacer fuera en el mundo, debe partir primero de lo que está pasando en mi interior, se me ocurre pensar en como trato aquellas partes en mi que aun son inmaduras y que no me gustan y como Dios puede ayudarme a ser compasivo y misericordioso con las partes de mi que yo mismo oprimo y reprimo en mi complejidad interna ¿De qué manera este ejercicio interno me coloca mejor en el mundo para tratar con las personas más vulnerables que están siendo oprimidas y reprimidas?

A la vez, las imágenes de catástrofes nacionales son anunciadas a menudo por los profetas a través del "lenguaje del juicio divino", parece que esta es la manera en la que los profetas llamaban la atención del pueblo para que despertaran a la realidad de que estaban viviendo en desarmonía con quien es la Vida con mayúscula. 

"Será humillada la mirada altiva, abatida la arrogancia humana; sólo el Señor será ensalzado cuando llegue aquel día: el día del Señor del universo, contra todo orgullo y arrogancia, contra toda altanería y altivez;" (2:11-12)

Pensaba en como estas imágenes proféticas, a menudo sacadas de contexto, nos llevan a creer que Dios es un padre severo y duro con quienes no actúan como a él le gustaría.

"El Señor, Dios del universo va a privar a Jerusalén y a Judá de sustento y de soporte, de todo abasto de pan y de todo abasto de agua." (3:1)

Este mensaje profético, lleno de imágenes vivas y fuertes es la expresión de un deseo desesperado para que dejemos de vivir en contra de la Vida ¿No es a menudo lo que llamamos "el castigo de Dios" las consecuencias de una vida en desarmonía con uno mismo, con el prójimo y con la naturaleza? 

Viene a mi mente el dolor de mis crisis personales, sobre todo aquellas causadas por tratar de controlarlo todo, o mis crisis con la iglesia o incluso matrimonial, a menudo causadas por mi incapacidad para empatizar y no llevar a terreno personal las percepciones y el dolor de otras personas. Todas estas crisis a lo largo de mi vida me han llevado por un lado a experimentar periodos de infierno en la tierra. A la vez, todos estos infiernos han abierto mi corazón a una nueva manera de ver el mundo y de moverme en él. Han traído cambio, transformación y un mayor conocimiento del Dios amoroso que me acompaña en la salud y en la adversidad.

Cuando leo estos capítulos pensando en mi historia hasta aquí, el mensaje de Isaías toma un mayor sentido para mi realidad personal, familiar y comunitaria. No es solo un mensaje para aquel pueblo que a menudo se aparta del camino de la bendición, es un mensaje para el Rubén que está aprendiendo cada día a alinearse con Dios, con uno mismo, con las personas que me rodean y con la naturaleza. Para el Rubén que también experimenta el juicio y la esperanza como un mismo camino de transformación amoroso por parte de quién es la VIDA. 

El pasar por las consecuencias de una vida desalineada con Dios no necesariamente implica nuestra destrucción total, sino más bien el proceso a través del cual somos empujados a una transformación de aquellas partes que en realidad no han madurado y solo crean destrucción dentro y fuera de uno mismo, para así comprobar una Vida más plena y abundante. Tristemente, a veces no hay manera en la que avanzamos, más que a través de las dolorosas consecuencias de nuestra manera de vivir. 

"Aquel día el retoño del Señor se convertirá en honra y gloria; el fruto de la tierra será orgullo y honor para los supervivientes de Israel." (4:1)

Es triste cuando nuestra formación espiritual o procesos como discípulas y discípulos no contemplan las consecuencias de nuestros errores como algo tremendamente valioso para la transformación y el crecimiento. Sospecho que a veces la culpabilidad que produce la religión que juzga y nuestra imagen distorcionada de lo que significa temer al Señor, nos llevan a negar y reprimir esa parte de nuestra vida ante la comunidad. Ocultamos nuestras crisis, a veces aun de nosotros mismos, sin embargo, estas crisis son partes de nuestra vida espiritual y sin ellas, es posible que experimentemos poco crecimiento. 

Es cierto, que a veces nuestros comportamientos injustos se encuentran en un punto tan ciego, que necesitan una llamada de atención en proporción a nuestra oscuridad. Y de ahí que la porción de hoy acaba con la dramática imagen de una viña que no da los frutos esperados: 

"Voy a cantar por mi amigo la canción de amor por su viña: Mi amigo tenía una viña en una fértil colina.  La cavó y la descantó, y plantó cepas selectas. Levantó en medio una torre y excavó en ella un lagar. Esperó que diera uvas, pero sólo crió agraces." (5:1-2)

"La viña del Señor del universo es la casa de Israel; los habitantes de Judá, su plantel predilecto. Esperaba de él derecho, y ya veis: asesinatos; esperaba de él justicia, y sólo se escuchan alaridos." (5:7)

¿Qué se supone que espera Dios de mí, de mi familia, de mi comunidad cristiana, de mi vecindario...? ¿Qué debemos esperar si no vivimos alineados con la Vida? ¿Qué crisis han sido clave para madurar en aspectos de mi vida? ¿Me ayudan las actividades religiosas que practico a alinearme con la Vida de Dios? ¿Cómo lo hacen o cómo no lo hacen? ¿Cómo puedo asegurarme de que el activismo social brote desde una profunda conexión con Dios y su amor?

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