"—Tu papá nos impuso un yugo demasiado pesado de llevar. Ahora, danos un yugo más liviano que el que tu papá nos dio y nosotros te serviremos." (10:4)
Pero Roboam no supo conectar con los que sufrían, ni tampoco gestionó desde la realidad de que el mejor trabajo solo los dan quienes se encuentran bien y cuidados para realizarlo.
Sus consejeros más mayores y experimentados le aconsejaron aligerar la carga de los oprimidos siendo amables con ellos, sin embargo el decidió escuchar a los que carecían de capacidad de escucha empática:
"Ellos le respondieron: —Si te pones al servicio del pueblo y les hablas en forma amable, ellos seguirán sirviéndote para siempre. Pero Roboán no les hizo caso. Les pidió consejo a sus amigos jóvenes que habían sido criados con él." (10:7)
Los jóvenes que habían sido criados con él le aconsejaron sin tener en cuenta la petición y el bienestar de los trabajadores:
"—Así debes contestarle al pueblo. Tu papá los obligó a hacer trabajos pesados ¿y tú les va a dar trabajo más liviano? Les tienes que decir: “Mi dedo meñique es más pesado que el lomo de mi papá”." (10:10)
Saber escuchar a otros es una practica de madurez. Ninguno puede ser maduro espiritualmente sin madurez emocional. Además, si no somos capaces de escuchar nuestras propias emociones, no estaremos capacitados para escuchar la de los demás.
Esta historia nos recuerda que el mundo justo que necesitamos, empieza por la transformación de lo más profundo de nuestro corazón. Implica transformar la socialización individualista en la que estamos. El mundo es más egoista cuando no somos capaces de escuchar las emociones y necesidades de otros, cuando actuamos sin tenerles en cuenta. Ese egoismo solo trae opresión y conflicto.
Roboam no escuchó a los oprimidos, ni a los consejeros que tenían más madurez para si escucharlos. Cuando no escuchamos, acabamos rodeándonos de personas que justifican nuestras acciones, es decir, de personas inmaduras. Las personas sabias que pueden aconsejarnos siempre van a ser personas con una capacidad de escucha profunda ante lo que le decimos, ante lo que está pasando en el mundo y ante lo que ellos perciben de todo.
La formación espiritual que acompaña a toda espiritualidad no superficial, siempre nos va a llevar a la práctica de la escucha profunda.
En el paradigma cristiano, Jesús es nuestro modelo de escucha y su vida nos ofrece un amplio catálogo de prácticas para quienes deciden seguirle:
- Jesús a menudo iba a lugares desiertos, practicó la oración , el silencio y el retiro
- Jesús expresó sus emociones abiertamente, no las reprimió ni las negó
- Jesús a menudo se paraba en el camino o se sentaba a comer con personas diversas, escuchaba sus necesidades y empatizaba con sus situaciones
- Jesús aconsejó siempre a sus discípulos desde la escucha de lo que el mundo estaba clamando y necesitando
Las prácticas del silencio, el retiro, el escuchar a otros no solo desde lo mental etc. Nos colocan en el lugar donde el Espíritu Santo nos ilumina, nos trae la consciencia que necesitamos para colaborar en que nuestro mundo interno y externo sea mejor. No escribo esto como un experto en la escucha, sino tan solo como alguien que está un poco más consciente de mi propia dificultad para oír lo que pasa en mi interior, en mi prójimo y a mi alrededor, y por tanto, con dificultad para oir la voz del Espíritu de Dios.
¿Qué se te ocurre para avanzar en tu capacidad de escucha empática contigo y con los demás? ¿De qué manera relacionarías la escucha con la voz del Espíritu Santo en tu vida?
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