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¿ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL SUPERFICIAL? (2ª CRÓNICAS 21-28)

Al leer los capítulos del 21 al 28, me encuentro con ocho personas que reinaron en Judá: siete hombres y una mujer. Si resumimos lo escrito por el cronista, nos encontramos con un guión excelente para una serie tipo "Juego de Tronos".  La descripción nos habla de una cultura violenta, basada en la espada y el poder impuesto. En medio de esta estructura de dominación, a veces vemos destellos de personas que desean someterse a Dios y encontrar así un cambio social, sin embargo, las reformas externas, si bien traen ciertas mejorías, no siempre son en estos relatos una señal de que ha habido una transformación profunda del corazón, y al final, los reyes y el pueblo con él, a menudo siguen viviendo con poca o ninguna armonía con la Vida. Veamos un resumen de estos ocho reyes:

El primero es Joram quien hizo lo malo, mató a sus hermanos. El profeta Elías le reprende y acaba con una horrible enfermedad (capítulo 21).

El segundo es Ocozias, quien su madre Atalía le aconsejó que hiciera lo malo (22:1-9).

La tercera es Atalía, madre de Ocozías, quien cuando muere su hijo mató a toda la familia del rey de Judá y reinó ella, pero no pudo matar a Joás, al cual escondieron (22:10-12)

El cuarto es Joás, el que fue escondido para que Atalía no lo matara y a quien el sacerdote Joyadá le ayuda para que sea proclamado rey. Este sacerdote manda matar a Atalía. Con Joás parece que hay cierta renovación: compromiso a ser el pueblo del Señor, destruyen templo, estatuas y altares de Baal (Capítulo 23), reconstruye el Templo del Señor y el sistema de contribución. En todo este tiempo el sacerdote  Joyadá acompaña a Joás. Pero cuando muere Joyadá el pueblo adora dioses paganos y entra en escena el profeta Zacarías (hijo de Joyadá) a quien matan en un periodo en el que Joás ha olvidado todo lo que le enseñó Joyadá. Finalmente los Sirios vencen a Joás quien acaba siendo matado por sus propios funcionarios (Capítulo 24)

El quinto es Amasías, quien agradó al Señor, pero no de todo corazón (25:2), por lo que acabó adorando a los dioses Amonitas y reprendido por un profeta. Finalmente es derrotado por el rey de Israel. (capítulo 25).

El sexto rey es Uzías, quien agradó al Señor, lo cual el cronista lo relaciona con su éxito, pero acabó siendo arrogante y quizo ofrecer incienso al Señor, cosa que solo podía hacer el sacerdote y esto le llevó a padecer la lepra. (Capítulo 26).

El séptimo es Jotán, quien agradó al Señor con la excepción de que no entró al templo (27:2) y el pueblo continuó con prácticas perversas. Pero se hizo poderoso, el cronista se lo atribuye a que tomó la decisión de seguir al Señor. Este es el rey del que se habla mejor en comparación con los otros siete de esta porción (Capítulo 27).

Por último, se nos habla del rey Acaz, quien andó en mal camino. Hizo  baales y cometió la atrocidad de ofrecer sacrificios de niños al fuego. Este rey fue derrotado por los Sirios y el rey de Israel. Los Israelitas hacen esclavos a gente de Judá y un profeta pide que los libere. Los edomitas y filisteos acaban atacando a Acaz y este pide ayuda al rey de Asiria, que en vez de ayudarle lo saquea. Este rey siguió adorando dioses paganos. (Capítulo 28).

El cronista, entre otras cosas, me lleva a pensar en la importancia de como influyen las personas que nos rodean (Atalía influye para mal a Ocozías y el sacerdote Joyadá influye para bien a Joás). Sin embargo, el relato nos deja ver que esta influencia, aun cuando es positiva en el caso de Joyadá, no es suficiente ni determinante. Parece que también hay una responsabilidad interior que no siempre se lleva a cabo (viene a mi mente también el caso de Judas el discípulo que traicionó a Jesús). 

Pensando en el valor del acompañamiento espiritual, me doy cuenta también de lo importante que es aprender y enseñar a conectar con Dios desde lo profundo de nuestro corazón. Es fácil acompañar para solamente enseñar a obedecer una serie de ritos y normas, sin embargo estas no necesariamente son un reflejo de transformación interior. A veces, nuestra evaluación de la vida espiritual se hace desde lo externo: si nos reunimos regularmente con otros cristianos, si participamos en estos eventos, si hemos asumido esta práctica espiritual, es porque todo debe estar bien. Pero no debemos engañarnos, no debemos quedarnos en la superficialidad. La espiritualidad debe llevarnos a una mayor consciencia de lo que realmente hay en nuestro interior y es fácil esconder lo que hay en medio de ritos piadosos.

En mi limitada experiencia espiritual, valoro mucho el examen interior. Ser acompañado por personas que me hacen preguntas incómodas, que me invitan a sacar a la luz las intenciones más secretas de mi corazón me parece clave. Por supuesto, este acompañamiento, no sirve para nada si yo no estoy dispuesto a responsabilizarme del proceso, a ser sincero, honesto, vulnerable... Soy consciente de que Dios es quien nos regala estos acompañamientos y la luz para responder a los mismos, pero a mi me toca eso mismo: recibir su regalo y responder con humildad. La gracia que nos transforma no nos lleva a estar de brazos cruzados. El pasar de una espiritualidad superficial a una profunda no se hace sin salir de nuestra zona de comodidad. Aprender el arte de la escucha profunda es parte del Camino. 

¿Quiénes son las personas que más te han ayudado en tu vida espiritual? ¿Qué es lo que has aprendido de estas personas? ¿Qué es lo más difícil en una práctica espiritual comunitaria e individual que no se quiere quedar en la superficialidad? ¿Qué incluirías para un acompañamiento espiritual más profundo y transformador? ¿Con que personas puedes ser totalmente sincero con respecto a lo que sientes o a veces piensas sin sentirte juzgad@?


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