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DOS ELEMENTOS IMPOPULARES PARA CRECER ESPIRITUALMENTE (LAMENTACIONES 2)

Al adentrarnos al capítulo dos de Lamentaciones, el poeta mira a Dios como aquel que ha destruido al pueblo. Llega incluso a expresar el sentir al Señor como enemigo:

"Es mi Dios un enemigo
que ha aniquilado a Israel:
desmanteló sus palacios,
derribó sus fortalezas
y llenó la capital
de gemidos y lamentos." (2:5)


Detrás de toda esta expresión, no se elude la responsabilidad del pueblo, hay también un reconocimiento de las maldades de Israel y como han influido en la destrucción. Llama mi atención que hay también un reconocimiento de una nefasta labor profética en el pasado:

"Tus profetas te anunciaban
falsas e ilusas visiones:
no descubrieron tu culpa
para hacer cambiar tu suerte;
solo te dieron oráculos
falaces y seductores." (2:14)

Estos versos que han llamado mi atención, me hablan de dos elementos espirituales pocos populares en nuestros días.

Expresar Nuestro Enfado a Dios

Por un lado, la realidad de que a veces las circunstancias tan dolorosas y trágicas en este mundo, no nos deberían impedir mirar a Dios y preguntarle honestamente "¿Por qué Señor lo has permitido si tu podías haberlo evitado?" Aun más, no nos deberían impedir expresar nuestro enfado, nuestra indignación y nuestra confusión ante Él.

Nunca olvidaré dos días donde la oración de lamento me sumergieron en una expresión honesta hacía Dios. Los sufrimientos y la soledad de algunas escenas de mi niñez y el dolor en mi juventud al ver como mi madre era consumida por un cáncer, por fin fueron expresadas ante Dios. Clamaba entre lágrimas intensas en oración: "Señor, podías haberlo impedido, y no lo hiciste, no lo entiendo, ¡¿Por qué?!" En un sentido, levanté mi puño al cielo, es algo que en mi cultura religiosa estaba mal visto, pero sin embargo, no sentí que Dios se asustaba de lo que hacía, ni aun que le molestara, de hecho experimenté todo lo contrario, tuve la sensación de que el me decía "por fin abres tu corazón ante mi". Entonces experimenté su comprensión, su amor y su abrazo, de hecho pienso que en el fondo eso era lo que me faltaba y necesitaba, aun mucho más que respuestas racionales.

Una Labor Profética Verdadera

Por otro lado, está el asunto en el que evitamos decir la verdad por miedo a desagradar a quien la escucha. No estoy refiriéndome en estos momentos a la moda de algunos movimientos cristianos de expresar el juicio por el pecado a aquellos a los que ni siquiera se han acercado para escucharles y abrazarles. Cuando la proclamación carece de presencia, proximidad y disposición a entregarnos, así como Jesús nos enseñó, nuestros mensaje, por mucha verdad que contenga, carece de un contexto de credibilidad y de los puentes necesarios para que sea escuchado (independientemente que finalmente el mensaje sea o no aceptado).

Nunca olvidaré a los amigos honestos que me han desafiado en cuanto a mis actitudes y acciones incorrectas. Ellos estuvieron dispuestos a desafiar mi camino, y aunque en un principio eso no me gustó e incluso pude responder con oposición, finalmente el Señor usó sus palabras para transitar por el arrepentimiento que me libró de sufrimientos innecesarios. No me gusta cuando en mi comunidad cristiana algunos se levantan y señalan nuestra apatía espiritual o nuestra falta de acción en medio del sufrimiento que nos rodea. Prefiero cuando me señalan aquello que les bendice de mi. Sin embargo, necesitamos una labor profética integral, que no olvide nunca el aspecto de desafiarnos, aun cuando esto incomode.

Dos preguntas para concluir:

¿Estás dispuesto a expresar abiertamente tus emociones con respecto a la actuación de Dios en tus circunstancias y en el mundo?

¿Estás dispuesto a recibir de otros llamadas de atención y en su caso a llamar la atención de otros cuando nos desviamos del camino?

Ambas cosas son impopulares en nuestros días, pero sospecho que necesarias e importantes para el crecimiento espiritual que anhelamos.




Comentarios

  1. No Rubén, no lo estoy. Pero tus palabras me plantean un reto y me hacen reflexionar al respecto. Gracias

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    1. Gracias a ti amigo David por tu lectura y respuesta honesta. Un privilegio andar el Camino contigo.

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  2. ¿Quién no se ha enfadado con sus propios padres, alguna vez, y lo ha exteriorizado? Nuestra relación con Dios es paterno-filial, igual que Él nos puede disciplinar, nosotros podemos preguntar "¿Por qué?" sin pensar que somos irreverentes. El creyente (el que está en proceso continuo de ir creyendo) es el que puede "enfadarse" con Dios, no el ateo ni el descreído. No es agradable, pero Dios responde: ¡que se lo digan a Jonás! Entre las muchas cosas que Job le dice a Dios, llega a señalarlo como incongruente: "Tus manos me hicieron y me formaron; / ¿Y luego te vuelves y me deshaces?" (Job 10: 8), pues la situación de Job parecía hacer nulas las afirmaciones del Salmo139: 13-16. Porque Job dialoga con Dios con honestidad, sin falseríos, religiones enlatadas ni postureos, como tal vez sí sus sabios amigos. Luego Dios responderá; no acusará al "impío" Job, sino que llamará al arrepentimiento a sus "doctos" amigos.
    Rubén, yo conecto contigo en estas reflexiones al 100%. Si nuestra relación con Dios es auténtica, yo no he visto pareja o grupo donde no se expresen las emociones negativas. Yo nunca me fiaría de la constante sonrisa.

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    1. Así es Alfonso, estamos hablando de relaciones íntimas, y eso es a lo que nos invita Dios

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